¿A qué me refiero con ESCUCHA AFECTIVA?
Ahora que estamos en verano, los niños de vacaciones y los padres, probablemente, organizándose para estar también de vacaciones con ellos siempre que puedan…
Las vacaciones son un momento para “poder” parar…
Y cuando uno para, consigue mirar y ver.
En la rutina del día a día miramos pero no vemos más allá de nuestras responsabilidades, que no son pocas, lo sé.
Una frase que recojo en consulta con mucha frecuencia es “no me di cuenta”.
“No vi que mi hija me necesitaba tanto”. “No vi que mi mujer se sentía tan mal”.
Estando de vacaciones, tenemos más oportunidad de mirar, ver y, por lo tanto, de entender.
Y, ¿qué podemos ver en vacaciones?
¿Qué os propongo que apreciéis?
Escribo esto dirigiéndome a casos reales que no tienen aparentemente conflictos psicológicos pero que, si no se centran en educar la vida emocional de los jóvenes, tendrán más riesgo de desarrollarlos. Creo en la preparación afectiva de las personas y con ello, en la prevención.
En septiembre, los motivos de consulta, entre otros, están relacionados con temáticas como:
«Veo que mi hijo tiene su autoestima muy baja, no quiere ir al colegio». «¿Cómo puedo hacer para que deje de estar enganchado a la consola ahora que tiene que estudiar?». «Mi hijo lleva todo el verano haciendo “lo que le da la gana” y ahora dice que le deje en paz cuando tiene que ponerse a estudiar, madrugar, etc.».
Y vuelvo al tema: ¿qué podemos ver en vacaciones? ¿Qué os propongo que apreciéis?
En vacaciones podemos apreciar cómo ESTÁN nuestros hijos. Y diréis que menuda tontería, que ya sabéis como están.
Pero me refiero, no a saber cómo son, sino a apreciar como están: a apreciarles en momentos concretos.
Propongo que miremos a nuestros hijos y les veamos. Cada gesto que realizan expresa algo. Muchas veces, ese algo es sencillo e insignificante. Pero, otras veces, son gestos con mucho contenido emocional.
Una de las formas que tenemos para desarrollar esta capacidad de apreciar, entender y acoger a los nuestros es mediante la escucha afectiva.
Con escucha afectiva me refiero a la posibilidad de recoger las emociones de nuestros hijos. Cada día oímos de ellos quejas, peticiones y deseos. ¿Qué hacer en estos momentos?
Menciono ejemplos sencillos pero comunes: ir con un hijo a la compra escuchando constantemente:
- “compra eso”
- “¿puedo coger esas galletas?”
- “¿puedo comprar eso?”
Estar con nuestros hijos y escuchar:
- “me duele aquí”
- “quiero ir con esos amigos”
- “no quiero ir a la playa”
- “no quiero ir contigo”
- “quiero ver más la tele”
- “quiero irme ya”, “me aburro”, y un largo etcétera.
La escucha afectiva consiste en transmitir al otro que le hemos escuchado y oído. Recoger lo que el otro dice. Aceptarlo.
¡¡OJO!! No quiero decir que haya que darle “la razón”, pero sí acogerlo. No quiero decir que haya que consentir su petición, pero sí devolverle que le hemos oído y entendido.
No tenemos que darle una respuesta o explicación. Simplemente con darle muestras de que hemos visto su afecto ya hemos conseguido mucho.
Por ejemplo, “quieres que te compre más galletas, ¿verdad?”. (Simplemente repito lo que él me dice)
“Estás aburrido dices… claro… ¿No se te ocurre nada que puedas hacer?…” (Simplemente repito lo que él me dice)
Esta escucha afectiva parece algo de perogrullo, sin embargo los padres creemos que dar afecto a los niños es consentirles, dar solución a sus disgustos. Y NO.
Los padres ayudan mucho recogiendo estos afectos de los menores, con repetir lo que sienten ya hemos hecho mucho. La escucha afectiva a lo largo del tiempo facilitará que el menor se encuentre aceptado, sienta que sus emociones y pensamientos son legítimos –no consentidos–, perciba que él mismo es apreciado y, con esto, uno se va sintiendo seguro.
Lo contrario es anular su parcela emocional y, por tanto, anular parte de su identidad: este sería el camino hacia la inseguridad. Por ejemplo, «tengo miedo Mamá» y Mama responde «no pasa nada, no hace nada«. El niño en este caso se queda con el sentimiento que a continuación escribo «no debe de ser adecuado el miedo que tengo, algo me sucede raro«. Sin embargo, si le respondo lo siguiente ante su queja de miedo «ah, claro, tienes miedo, crees que te va a morder…ya…ven que te abrazo«, el niño sentirá que es legítimo su miedo.
Se sentirá escuchado, legitimado, aceptado, válido, seguro de sí mismo.
Sugiero este tema en estas fechas…
- … porque es más fácil abordar esta escucha afectiva cuando los adultos estamos tranquilos y descansados.
- … porque en consulta vemos muchas problemáticas relacionadas con “la autoestima negativa” y los adultos han confundido esta escucha afectiva con consentir a los menores sus quejas. Los adultos, a veces, confunden el refuerzo positivo que tanto se ha publicitado con darles y permitirles y consentirles, creando así pequeños tiranos.
- … porque es más enriquecedor sacar de ellos, de sus emociones, ese valor y riqueza que ya tienen, y no buscar fuera en lo material lo que les pueda dar seguridad. Su valor está dentro de ellos y, vayan donde vayan, lo llevarán con ellos: eso es seguridad personal.